En España, ser un alcalde que se preocupa por su pueblo tiene un precio. Montar huertos comunitarios, declarar la zona libre de glifosato, transgénicos y TTIP, intentar que las personas que necesitan una vivienda no se queden en la calle, todo eso, en mi querido país, no se recompensa con una vida tranquila y un mínimo de bienestar.